El paseo para llegar hasta él está lleno de pinos y de los arbustos y plantas típicas mediterráneas como el tomillo. Y antes de llegar a nuestro destino y mirando hacia el Montgó descubriremos una pequeña playa con una fabulosa vista a la bahía de Jávea y todo el largo del Cabo de San Antonio en la cual se encuentran dos pequeñas casitas blancas, probablemente de pescadores muy cerca de la orilla que ofrecen un paisaje peculiar repleto de aloes veras. Lástima que la playa estuviese un poco sucia.
Continuando con el trayecto, muy bien señalado en todo momento, llegaremos a la punta de nuestro cabo. A la derecha imponente y majestuosa desde la altura en la que nos encontramos (59m), la Isla del Portichol y un conjunto de piedras en la que destaca una más grande y puntiaguda que ofrecen un espectáculo visual misterioso, bello y cautivador (primera foto). El agua estaba calmada y transparente, invitaba al baño y yo creía estar contemplando unas islas griegas o hasta la mismísima Capri pero en un entorno mucho más tranquilo, virgen y apenas visitado por turistas.
Como adelantaba al principio, conocedora desde la niñez de mi querida Jávea he descubierto a la edad de los 33 años mi rincón favorito.
